¿Excelencia o Perfección?

Modelos como Lean 6 Sigma, buscan la perfección del 3.4 DPMO’s, mientras que WCM basa su fundamento en el esquema “cero desperdicios”, “cero defectos”, “cero breakdowns” y “cero inventarios” que de igual manera representan la perfección.

Muchos de los problemas en su implantación, desde mi perspectiva son derivados del componente filosófico más que del técnico, lo tangible es sencillo de aplicar, pero lo etéreo es difícil de comprender, transferir y hacerlo evolucionar.

La Excelencia y Perfección desde el punto de vista Aristotélico

La Excelencia es un arte ganado a base de entrenamiento y hábito. No actuamos correctamente porque tengamos excelentes virtudes, sino que somos virtuosos porque actuamos correctamente. Somos lo que hacemos repetitivamente. La excelencia, entonces, no es un suceso, sino un hábito.

Perfecto se dice por de pronto de aquello que contiene en sí todo, y fuera de lo que no hay nada, ni una sola parte. Así, tal duración determinada es perfecta cuando fuera de esta duración no hay ninguna duración que sea parte de la primera. Se llama también perfecto aquello que, bajo las relaciones del mérito y del bien, no es superado en un género particular. Se dice: un médico perfecto, un perfecto tocador de flauta, cuando no les falta ninguna de las cualidades propias de su arte.

La Excelencia y Perfección desde la perspectiva educativa

Recordemos que dentro de una organización generamos valor a través de la conexión e integración de conocimiento dentro de una sociedad laboral constituida en una estructura organizacional.

Hay un interesante pensamiento que manifiesta el Dr. Pablo Latapí Sartre en la Conferencia magistral al recibir el doctorado Honoris Causa de la Universidad Autónoma Metropolitana:

“Permítanme decirles que considero este ideal de la excelencia una aberración. “Excelente” es el superlativo de “bueno”; excelente es el que excellit, el que sobresale como único sobre todos los demás; en la práctica, el perfecto. En el ámbito educativo, hablar de excelencia sería legítimo si significara un proceso gradual de mejoramiento, pero es atroz si significa perfección”.

El Dr. Pablo Latapí menciona que el propósito de ser excelente conlleva la trampa de una secreta arrogancia. Mejores sí podemos y debemos ser; perfectos, no. Lo que una pedagogía sana debe procurar es incitarnos a desarrollar nuestros talentos, preocupándonos por que sirvan a los demás. Querer ser perfecto desemboca en el narcisismo y el egoísmo. Si somos mejores que otros —y todos lo somos en algún aspecto— debemos hacernos perdonar nuestra superioridad, lo que lograremos si compartimos con los demás nuestra propia vulnerabilidad y ponemos nuestras capacidades a su servicio.

Desde la perspectiva de Latapí hay cuatro elementos que ameritan discutirse: a) el ideal de la “excelencia” que considera perverso, b) los errores de la calidad educativa, sugiriendo que enfatizan la calidad en la interacción maestro-alumno y la centran en formar hábitos de autoexigencia y c) el error de sostener una “sociedad del conocimiento” que contemple sólo el conocimiento útil a la economía y subordine la universidad a la empresa, y cuarto, lo que llamé “la prisión del conocimiento racional”, prisión que hay que romper para abrir la educación a otras dimensiones del ser humano, incluyendo una revisión del sentido del hacer científico.

Prisión del conocimiento racional

Una de las barreras que existen es lo que llama “la prisión del conocimiento racional” y que en el mundo de la manufactura representa la estandarización, cuando se lleva a un nivel ilógico donde se rompe el ciclo de desarrollo analítico, crítico y creativo de las personas o cuando se gestiona bajo un esquema numérico que igual representa otra prisión, entre otras.

Las metodologías son muy valiosas si se logran comprender su principio filosófico más que los metodológicos, más que saber usar sus herramientas.

¿Cómo llevas a la gente a explotar su máximo potencia? ¿Cómo los complementas? ¿Buscas la perfección, la excelencia o la evolución de tus colaboradores?

¿Tú qué piensas?

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